miércoles, 22 de marzo de 2017

Conmovedora Marcha Federal Educativa


- El pez por su boca muere - 

"La terrible inequidad entre aquel que puede ir a una escuela privada y aquel que tiene QUE CAER en una escuela pública.”  Macri dixit.




La expresión  del Presidente Mauricio Macri trasluce un pensamiento elitista.   Encuadra  la elección de la escuela privada como un ejercicio de poder agente de superioridad social. Desde ese lugar jerárquico  compadece a quienes la vida depara el terrible destino de acceder – caer en sus propios términos - en la escuela pública, ubicada en el peor lugar, el escalón más bajo y miserable de la pirámide.

Expresión vergonzosa para un funcionario público, indigna para cualquier ciudadano que se precie de conocer la constitución y las leyes.

Podríamos argumentar el sentido inverso,  decir que existen en el ámbito privado situaciones de exclusión y de discriminación que son francamente no recomendables para un pensamiento progresista y avanzado, que en muchas escuelas privadas el conocimiento es una mercancía y no un bien social o que la escuela privada segrega y discrimina la matricula, o contrata y despide arbitrariamente a sus docentes.

Podríamos decir también que las escuelas del Estado son diversas, heterogéneas, y que – siendo este uno  de sus méritos, alberga a distintos grupos sociales y culturales, constituyendo un ámbito de promoción de derechos para los sectores  postergados de la sociedad y una escuela de participación y ejercicio de ciudadanía para el conjunto de la población. Pero quiero detenerme en uno de los problemas más agudos de la escuela estatal que el presidente – como tantas otras cuestiones – parece ignorar.

Se trata de la dimensión social del problema educativo, el impacto que la brecha de la desigualdad, profundizada en la década de los 90 y en la crisis de los años  2001 y 2002 causó en el sistema.
La escuela estatal generó normativas y políticas destinadas a incluir masivamente a los sectores sociales caídos en la pobreza y la desocupación, logrando retenerlos y alcanzando niveles importantes  de escolaridad. Al mismo tiempo tuvo que desarrollar dispositivos de atención social integral a través de comedores,  becas para los grupos de niños y adolescentes  excluidos y de las poblaciones migrantes, programas de seguimiento para adolescentes y jóvenes con distintos grados de vulnerabilidad.

Las escuelas del estado ubicadas en los barrios y asentamientos pobres de los barrios del Sur, de los cordones del conurbano bonaerense, o en la periferia de las grandes ciudades, se convirtieron en el resguardo de los niños niñas y adolescentes provenientes de los sectores humildes de la sociedad.
Es indudable que las familias de nivel acomodado o en ascenso social buscaron espacios educativos de mayor homogeneidad social e incluso étnica,  lo cual reforzó el  proceso de fuerte segmentación educativa inherente a las sociedades periféricas o del capitalismo dependiente.

En las escuelas de los barrios humildes existe una reproducción cultural de la pobreza y la exclusión contra la cual la docencia lucha diaria y apasionadamente. Para los parámetros “oficiales”  el bagaje cultural que traen los chicos de los sectores populares no cuenta.  Esta es una dimensión ignorada por la evaluación educativa del neoliberalismo, uno de los motivos que ha generado el fuerte y masivo repudio de la docencia y de las organizaciones impulsoras de los derechos humanos y del  derecho a la educación como un bien social.

La huelga docente, la marcha federal educativa, el debate público de estas temáticas cobra particular sentido. Se ha convertido en  uno de los ejes de lucha de mayor profundidad política y cultural en la resistencia al embate neoliberal.

El gobierno nacional, los gobiernos locales, expresan cada vez con mayor claridad,  la mercantilización y el predominio de lo privado sobre lo público. Contra ello luchamos, cada vez con mayor masividad, mayor fuerza, mayor coraje ciudadano.

nota de Maria Elena Naddeo





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